martes, 29 de abril de 2008

De los objetivos a los indicadores de la evaluación: una reflexión crítica.

En el libro "Evaluación de Proyectos Sociales" Cohen, E., y Franco, R. (1992) hacen una relación entre el planteamiento de objetivos, tanto en la investigación social como en proyectos de evaluación social, y la creación de indicadores. Esta relación llevada al campo de la mejora de la calidad educativa, sobre todo desde una visión más comprensiva que explicativa y con intereses genuinos en la mejora de los procesos de aprendizaje y de transmisión de conocimiento real en un ámbito formativo, puede muchas veces tener la urgencia de contar con elementos tradicionales en la contracción de indicadores (que si bien son una buena herramienta "guía" para el cumplimiento cabal de ciertos propósitos y el alcance de ciertos intereses) es decir, elementos que se perciben como necesarios porque transportan la referencia observable de los indicadores a los números, para quedar más con una impresión superficial que con una verdadera comprensión a fondo de los fenómenos en cuestión.
En el capítulo noveno de la obra mencionada "De los objetivos a los indicadores de la evaluación" (: 155-170) los autores dan lugar a cada extremo del espectro en la construcción de indicadores justificando que, tanto la cualidad de los elementos observables como las tasas de frecuencia en las que se presentan ciertos hechos tienen razón de ser dentro de la investigación y la evaluación de proyectos sociales. El ejemplo que presentan se basa en la relación en el nivel de nutrición de niños y su rendimiento escolar a partir de la implementación de comedores escolares en escuelas de bajos recursos, subsidiados por varios agentes: padres de familia, autoridades, donaciones altruistas etc. El seguimiento del ejemplo junto con el marco teórico que antecede al mismo dejan entrever una concepción de la generación de indicadores que tiene que inclinarse más por el aspecto cualitativo cuando las condiciones así lo requieren; esto parecerá trivial pero no lo es, en la medida que las condiciones que van dando lugar a la construcción de indicadores de corte más cualitativo se basan en el desarrollo mismo de las representaciones de los investigadores, evaluadores e informantes sobre los hechos o eventos que se consideran importantes para incluir en la observación vayan teniendo cada vez mayor espacio y mayor relevancia para quienes las observan. En pocas palabras, los indicadores más centrados en la complejidad y cualidad del fenómeno general surgen en la medida que el proyecto se construye y se van observando cada vez más encrucijadas en dicha complejidad que se requiere para su comprensión más profunda.
Sin embargo, se hace patente la necesidad de ciertos indicadores cuyo contenido sea más concreto, que demuestren implicaciones en otro plano representacional como los de los parámetros, jerarquías o a manera de índices. Estos indicadores son importantes porque pueden, a través de una visión más directa, dar una idea de la posición en la que se encuentra uno con relación a los objetivos generales. Dicen el rango, la capacidad o la carencia que se necesita solventar de manera directa recurriendo a ecuaciones relativamente sencillas (a mayor decremento en el rendimiento escolar se requiere una planeación alimentaria más completa) cuidando de que los componentes de dichas ecuaciones tengan implicaciones lógicas sobre las causas que se deben de atender. Cohen y Franco así, hablan de las diferentes tipos de indicadores comenzando una tipología que puede ser enmarcada a la dicotomía entre lo cualitativo y cuantitativo o lo indirecto y lo directo respectivamente.
Lo importante de ésta discusión, que no está acabada en absoluto, es que al momento de tratar de pensar en la generación de ciertos indicadores, los juicios, valoraciones, intereses y perspectivas de todos los agentes implicados en el desarrollo de cierto proyecto o investigación, tanto expertos como informantes o facilitadores de información, deben de organizar sus propias jerarquías, de priorizar intereses y eso sólo a través de acuerdo. De hecho, la implicación final que, se puede decir, deja la reflexión sobre el artículo de Cohen y Franco es que la construcción de indicadores es un proceso complejo que se sustenta en gran parte en toda una teoría de la relevancia en la medición, en la transformación de elementos abstractos en tangibles, en quitar la complejidad de la realidad y entenderla siempre ubicados desde un contexto específico, procurando intereses específicos y no unos que pequen de objetividad al extremo, más bien aludiendo a que los problemas y su comprensión se construyen y dependiendo de cómo sea ésta construcción puede ser que se transporten las cualidades a las cualidades con conocimiento y conciencia de por qué se ven a los fenómenos como se les ve; sobre sustentos empíricos y sustentos teóricos.
En la búsqueda por mejorar la calidad educativa y sus implicaciones, la construcción de indicadores no está excenta de éste proceso, paulatino y a veces sinuoso, en el que los intereses se anteponen a la comprensión de los procesos. A veces se cree que es más fácil comprender viendo una representación gráfica o matemática de la complejidad de los fenómenos a través de índices o de posiciones en una tabla, pero la idea fundamental tiene que estar inclinada cada vez más a que si el objetivo es ver lo que antes no se podía, es para comprenderlo y saber cómo emplearlo, o como eliminarlo, dependiendo de si es favorable un aspecto o no. No deslindarse de la realidad propia es un buen comienzo para poder comprender una realidad menos objetiva y más intersubjetiva, posiblemente más real.

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